miércoles, 14 de noviembre de 2018

Leonel, el guaraquero



Ángel Ciro Guerrero


Ramón Guevara, gobernador democrático del Estado Bolivariano del estado Mérida, debía presidir una de las últimas plenarias de su primer año de gestión del Consejo Estadal de Planificación y Coordinación de Políticas Públicas.

La importante cita de ley, fundamental para la elaboración del presupuesto anual y suerte al mismo tiempo de rendición de lo qué se está haciendo, qué se hizo, qué no y por qué en cada municipio, que debe ser tarea mancomunada entre el Gobierno central, el regional y el local, se daba esta ocasión, sábado 28 de octubre, en Guaraque, una de las dos puertas de entrada a la alejada región del Eje Pueblos del Sur del estado Mérida.

Con tal motivo, fueron llegando tempraneros, después de un viaje de casi tres horas, desde la “universidad que tiene una ciudad por dentro”, los integrantes de su gabinete que, junto al mandatario regional, darían perfecta cuenta de las respectivas gestiones, concretamente en los municipios Guaraque y Arzobispo Chacón, cuyos alcaldes Rómer Sánchez y Yolimar Belandria, uno opositor, la otra oficialista, le esperaban carpetas en mano.

Entre los diligentes funcionarios que primero arribaron a Guaraque, pasadas las 10 de la mañana, bañada de sol que resplandecía mucho más con el intenso verdor de estas altas montañas, los ginecobstretas Eduardo Ruette y José Morales, presidente del Plan Salud y coordinador general de Corposalud.

Fueron al ambulatorio y les recibió la noticia, para ellos nada sorpresiva, de que estaba en situación de parto, crítico, la jovencita Gricel Velazco. Le atendían, la igualmente joven doctora Hemilly Milagros Villalobos, y la diligente enfermera Ana Mercedes Carrero.
De inmediato, manos a la obra y con la experiencia que da sapiencia de muchos años impartiendo cátedra para saber cómo traer vida y en la clínica, el hospital o el humilde ambulatorio de barrio y pueblo, también salvándola, pero reconociendo dedicación conocimiento, coraje y voluntad de su joven colega, ayudaron a la primeriza a traer al mundo a Leonel, que llegó pesando casi tres kilos, exactamente a las 11 y 15.

Coincidencialmente, a pocos metros, repicaron alegres las campanas de la iglesia de Guaraque, una de las joyas más hermosas de la arquitectura religiosa venezolana anunciando la sagrada ceremonia de la consagración y elevación del pan y el vino, que representan cuerpo y alma del que siempre muere por nosotros, y las notas gloriosas del Himno de la patria.

Todos los que allí plenábamos la pequeña antesala, cuando con su llanto de leve a grave, Leonel anunciaba su arribo al mundo, miramos al orgulloso Yon Contreras, un muchacho campesino, alto y flaco, que no disimuló las lágrimas. Su cara denotó la sorpresa y también la felicidad. Una porque sabía las complicaciones de Gricel, su esposa, la otra al ver superada felizmente la aparición de Leonel, su primer hijo.

El feliz padre elevaba respetuosamente los brazos al cielo, agradeciendo, sin pronunciar palabra, pero con su mirada decía todo. Hermanas y cuñadas, también la joven abuela, anhelantes, a la espera que abriesen la puerta del quirófano y apareciera el bebé, ya vestido de azul, gorrito tejido a mano por la madrina, cubriéndole la cabecita, con carita de ángel recién llegado, como preguntándose dónde estaba y quién era la tanta gente que quería cargarlo.

La enfermera se lo entregó a Yon, que le abrazó tan tierna y cuidadosamente como pudo y le besaba con el amor más infinito que se haya visto alguna vez sobre la tierra.

Terminada su tarea, salieron los dos expertos profesionales médicos, orgullosos de tener a su lado a la agradecida colega que día a día se enfrenta a dificultades que resuelve, Mérida adentro donde, es verdad, se quiere y estima a la doctora Hemilly, tal cual se le conoce y llaman en esa privilegiada región rica en todo, especialmente en gente trabajadora, honrada y buena.

Ruette y Morales, satisfechos de la misión cumplida, una entre miles, se fueron a la sesión en la Casa Municipal a cumplir su otra tarea. Ya allí el gobernador, su gabinete, concejales y burgomaestres de Guaraque y Arzobispo Chacón, habían dado inicio a la nutrida agenda. Pero como el pueblo es muy pequeño, la noticia había explotado como pólvora, los recibieron con nutrido y agradecido aplauso.

El cronista, afortunado testigo, que estaba allí porque requería nebulizarse, puede dar fe de todo lo escrito, y afirmar, igualmente, que guardará por años la escena, la enseñanza de esa feliz historia que le hizo comprobar, una vez más, que sí es cierto que en este planeta todavía existe gente buena.

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