CRONICA
Por Ángel Ciro Guerrero
Para Aixa ElJuri, In memoriam
Es un pueblo mágico, sin duda. Detrás de la Sierra Nevada y como frontera con el piedemonte que frena la llanura, puede decirse que Los Nevados se enclava en una de las zonas más hermosas del planeta Tierra.
Alejado, eso sí, del mundanal ruido donde ya ni el pensamiento resulta independiente porque tal privacidad se ha perdido en las ciudades, aquí, en la inmensidad del silencio al que siente la necesidad de conversar consigo mismo le resulta fácil.
Si se lo propone, puede tocar una nube, si las hay, porque la mayoría del tiempo su cielo es inmensamente limpio, todo azul; y de noche bajar una estrella, porque están cerquita del alma que así lo siente, también es posible.
Visitado, casi todo el año, más por viajeros que le llegan desde los cinco continentes que por gente nuestra, afortunadamente conserva la belleza inalterable que le dieran sus fundadores, con sus casas adosadas a la piedra que las sostiene en la dura pendiente de su única calle de pueblecito colonial, al que le falta poco para arribar a su cuatricentenario.
Los Nevados es el retrato más auténtico de un punto feliz, el único quizás en el actual y bien complicado y triste mapa venezolano.
Sólo con entrar a la pequeña iglesia y saber que allí, dentro de sus anchas paredes, durante más de trescientos cincuenta años primero de tapia y ahora de ladrillo y cemento, se ha venerado Al Todopoderoso, que nos dio la vida, esa apreciación se convierte en gran verdad.
Y al frente del templo, en la pequeña Plaza,contemplar al que nos dio la Patria, en blanco busto, fijos sus grandes ojos hacia el norte, uno quedapleno de emoción patriótica, complacido y agradecido de que su gente nos haga sentir nativo del lugar, repetimos, más hermoso de la geografía, igualmente mágica, del espectacular mapa merideño.
El respetuoso “Bienvenido, amigo”, que nos ofrece extendiéndonos su encallecida y pequeña mano de abnegado labriego, Don Crispín Rojas, cuyo bastón, de vera, tiene ya más de ciento cincuenta años, heredado por su padre y ahora en sus manos, le soportan sus ochenta años bien llevados, caminando por todas las aldeas circunvecinas haciendo el bien. Es el anciano quien va desgranando con su voz, muy queda, que de vez en cuando quiebra el viento que baja y sube, sube y baja “limpiando al pueblo, por lo que no necesitamos casi barrer su calle”, el que nos da el abrazo y nos garantiza que “cuando usted quiera mi amigo, puede quedarse en mi casa porque ya usted en uno de los nuestros, dado que vino de tan lejos a ver cómo son de bonitos estos lares”.
Y fue tan dulce y sincero su ofrecimiento que nos obligó preguntarle: “Dios aquí sí es verdad que está con ustedes, Don Crispín”.
El buen hombre, que va bajando hacia la plaza donde será la asamblea, nos mira de un modo que llena de certezas: “Dios está en todas partes, mi amigo. Pero aquí viene a descansar”.
Entre su bastón y mi mano desciende la calle piedra a piedra, este guardián de soledades, ejemplo vivo de quien, adversando dificultades ha sido testigo de cómo un pueblo no se ha dejado vencer por nada ni por nadie.
Y arriba de la misma calle empinada vive Don Toribio Marquina. Allí estuvimos con este hombre que, de verdad tiene la misma cara y los mismos bigotes, los mismos ojos, la misma voz e idéntica sapiencia que un Juan Félix Sánchez a los cuarenta años de edad cuando, sonriente, aparece, flux de kaki, marrón, en foto coloreada por el mismo fotógrafo, feliz la primera vez que en Macuto conoció la mar.
Es una similitud extraordinaria. Un parecido que nos recuerda al “Señor de los páramos”, cuya alma ronda El Tisure cuidandito sus figuras de madera y piedra del Santo Cristo, de la PurísimaVirgen de Coromoto; de los ángeles, arcángeles; el burrito y el buey, con la misma religiosidad, ternura y belleza con que labró El Santo Sepulcro. Todo un patrimonio que, afirman muchos entendidos se están perdiendo allá arriba.
Don Toribio, que va también por los ochenta, fue el primer nativo de Los Nevados que recorrió el mundo entero. En una postal, su rostro fue visto en Rusia, Finlandia, Francia, España, Italia, Austria y toda América, países en donde tiene muchos amigos que le conocieron muchachón, le muestra como uno de los primerosarrieros que, desde “Loma Redonda”, más abajito de Pico Espejo, Estación Terminal del Teleférico, llevaba en mula a los turistas hacia su pueblo, en travesía de tres a cuatro horas.
Don Toribio es el padre de Alexis Marquina, el prefecto de Los Nevados. Demócrata raizal le dio por herencia al hijo, un respetable líder social, responsabilidad y respeto junto con los lineamientos principales de lo que es la democracia y lo que es la libertad.
En Los Nevados, sin mentira alguna, se puede comprobar también que la bondad sí existe, que allí se testimonia en todo y para todo lo hermoso que resulta la convivencia. Especialmente, el respeto por el eventual adversario resalta. Se aprecia, y hasta pudiera decirse que da envidia.
VERDADES PARA EL PUEBLO
Por eso la asamblea que presidiera el gobernador de Mérida, Ramón Guevara, fue un positivo cabildo popular, en el cual el jefe del gobierno regional informó, punto por punto, lo que su gestión prometió y está cumpliendo; y dio debidas respuestas a los numeroso planteamientos que le formulara más de las tres cuartas partes de la población que colmó la plaza y la amplia Casa de Gobierno, donde funciona la Prefectura, lugar en el cual, en menos de un mes, así lo prometió el mandatario, habrá de establecerse el liceo, para que los 48 alumnos, de Los Nevados y lugares circunvecinos cursen, bajo techo, amplio y fijo, su bachillerato. .
Ese logro fue larga y estruendosamente aplaudido y la cara, hermosa, de perfecta dentadura, blanquísimos cachetes, y pelo negro recogido en trenzas, mostró profunda y sincera satisfacción, la que evidencia el deber cumplido, de Belkris Sánchez, la directora del Liceo, mientras con tanto amor le daba teta a su bebé de ocho meses de nacido.
Asimismo, la gente de Los Nevados tendrá, dentro de pocos días, a especialistas que renovarán lo necesario para que la Biblioteca del pueblo en propiedad lo sea. Y recibió una importante y gruesa donación de títulos para aumentar tan inigualable tesoro, el del conocimiento.
De otra parte, el gobernador garantizó que en poco tiempo estará listo lo que legalmente se requiere para poder iniciar los trabajos de ampliación del Puente en Mosnandá.
Lucy, lideresa en Los Nevados, carpetas en mano, fue preguntándole al mandatario por todo y el mandatario le fue respondiendo todo a Lucy, que reflejó lo de siempre, preocupación responsabilidad y cumplimiento de la gran tarea que el pueblo le ha encomendado, defenderlo.
El gobernador, que recibió más de cuarenta abrazos y muchas bendiciones de las abuelas que asistían al cabildo abierto, les dio una buena noticia: Pronto, un equipo de juristas, procurará rescatar el decreto, que desde que se inauguró el teleférico, en tiempos del general Marcos Evangelista Pérez Jiménez, su constructor, garantizaba toda clase de facilidades para que los habitantes de Los Nevados tuviesen vía libre, en cuanto corresponde a bajar hacia Mérida con sus productos y subir desde Mérida a Pico Espejo con los insumos necesarios.
Tal facultad la tuvieron esas buenas gentes desde la inauguración del sistema, en los años cincuenta, hasta que en 1999 terminó la democracia y comenzó la revolución.
Carlos Sánchez, se quitó el sombrero al levantarse, pidió la palabra y manifestó lo que es una triste realidad: “Eso es cierto”, aseguró. ”Yo soy uno de los que vivo esa incomodidad, que así como mi cilantro, que llevo a vender a Mérida huele a gloria, lo que la gerencia del Teleférico hace con nosotros huele a disgregación, a separación, a cosa mala, gobernador. Nos ponen un horario que casi no podemos cumplir y si llegamos diez minutos tarde, se nos prohíbe subir a los vagones disponibles; se nos dificulta bajar las carguitas de verduras o de lo que cosechamos; y para el regreso es lo mismo, todo un maltrato, hasta de palabra”.
LA MITAD DE UN LARGO ROSARIO
Pasadas las nueve de la noche, y en medio de intensa neblina, llegó el gobernador y su gabinete a la Plaza Bolívar de El Morro. Allí, en el Salón Comunal de la Casa Parroquial, le esperaban los vecinos para otra asamblea, también rendición de cuentas claras, que Ramón Guevara acostumbra realizar, en sus recorridos, pueblo a pueblo y aldea por aldea, en el estado, que en un año ya ha recorrido en cuatro provechosas ocasiones.
Bernabé Guerrero, el párroco, después que al gobernador se le planteasen numerosos pedimentos, le leyó una larga comunicación en la que le solicitaba disímiles insumos para terminar de embellecer la Iglesia. Desde pintura y clavos, hasta lavamanos, cabilla y cemento, sin faltar bombillos, cables y hasta nada menos que 140 metros cuadrados de porcelana para el piso.
“Yo no hago milagros, padre”, le dijo Ramón Guevara al joven cura. “Pero esta noche creo que sí lo haré porque, a pesar de la estrechez económica y financiera que atraviesa la gobernación, sin embargo cuente usted, mi querido padre, con la mitad del largo “rosario” que usted aquí nos ha rezado…”.
Entre risas y aplausos terminó la productiva asamblea y, bajo un palo de gua, fría, que cortaba como navaja toledana, el gobernador y parte de su gabinete salieron casi a la medianoche hacia Mérida, allá abajo, perfectamente alumbrada, en hermoso espectáculo que ojalá no se apague nunca más.
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